“Yo te quiero mucho”

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

 

El Dios nuestro es el que se hizo hombre y nació en un lugar donde ninguno de nosotros escogería para nacer, se hizo cercano y hermano. Inimaginable que arriesgara todo para colocarse en cercanía con nosotros en medio de tantas penurias y dificultades. Este hecho de ubicarse en el último lugar es un espacio particular para abarcar a todos, por eso nuestro Dios es el del vaciamiento, el despojo total, la pobreza y necesidad extrema.

 

Ignacio de Loyola, en la contemplación del nacimiento de Jesús, propone que nos hagamos presentes allí cual esclavito indigno sirviéndoles en sus necesidades. Una propuesta indecente en la sociedad del consumo y la apariencia de hoy. Quizá la ternura y fragilidad de un recién nacido nos permita acercarnos en su ayuda, nos dé confianza en que algo podemos hacer cuando nuestro Dios se expone en tanta fragilidad y precariedad.

 

La natividad nos recuerda que todos somos humanos e incluso Jesús, como Dios encarnado, vivió una vida plenamente humana con todas sus comodidades e incomodidades. Dios, con su encarnación, hizo que el yo de Dios fuera un bebé vulnerable, para recordarnos la belleza de un mundo frágil y la necesidad de ser receptivos y amables con los demás y con nosotros mismos en la fragilidad.

 

Hoy podemos traer a la memoria y solidarizarnos con tantos otros que buscan refugio: los que están sin hogar, durmiendo en tiendas de campaña en la calle de la propia ciudad, o los refugiados que huyen de la guerra, que quieren un lugar seguro para vivir y formar una familia. Dios también está presente para ellos, no pasar por alto, a los más vulnerables entre nosotros en esta temporada navideña.

 

En este camino de servir en las necesidades, llega a la memoria la vida e historia de Pedro Claver, quien se tomo para sí el hacerse esclavo, por amor en favor de los hermanos a causa de la experiencia profunda de la persona de Jesús, que lo contempló en la oración y también en el acompañamiento e instrucción de Alonso de Sandoval, para estar al servicio de los últimos en aquellos tiempos nefastos de esclavitud humana.

 

Pedro Claver, a quien conocemos por su osadía en favor de nuestros hermanos esclavizados, genera admiración y respeto, ojalá nos rete a hacer algo parecido o al menos intentar una entrega mayor. En la causa de la canonización escriben que él solía repetir “yo te quiero mucho” para expresar el afecto y amor por la persona de Jesús y si esto es así, porque se constata por su vida, lo que hizo es la realidad de apertura a la contemplación de la vida del Señor. Pedro vivió aquella máxima de los ejercicios de Ignacio, de poner el amor más en las obras que en las palabras, puesto que él afirmaba que no tenía cómo hablarles con palabras, sino con obras de amor. Un ejemplo en la historia de ser un esclavito indigno sirviendo… y expresando con la vida todo aquello de la experiencia afectiva del Señor.

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