¡Que Jesús nazca en mí!

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

 

Nuevamente esperando con ansiedad la llegada de la Navidad... pero acaso no estaré lleno de preocupaciones y de problemas por no haber hecho las cosas bien en este tiempo que ya pasó y otra vez anhelando la oportunidad de iniciar de nuevo... es hora de despertar para no seguir siendo la misma persona sino otra renovada en su manera de vivir, con un corazón y una vida más dispuesta a ser agradecida y mejor.

 

Que Jesús nazca en mí, no es un deseo más, sino una necesidad de aquel que habiendo conocido a Jesús ha transformado su manera de pensar, sentir, ser, actuar, porque existe mayor parecido entre su decir y hacer, porque no está de los que esperan la oficina de quejas y reclamos de Dios para pasar allí el listado de exigencias, por incumplimiento; antes bien, agradecen la oportunidad que ofrece la maestra vida cada día de hacer las cosas bien y amoblar el corazón.

 

Asistir al espectáculo divino de lo pequeño, de lo sencillo, de lo pobre, del detalle, de lo marginal, para llenar de sentido la vida de la humanidad, enrutar la vida por sendas de amor, cariño, ternura, justicia, paz es sentir que Jesús nace en mí... tiempo y espacio para el silencio, de tal manera que maduren en serio los reflejos de quien es pobre humilde desde el pesebre hasta la Cruz (EE116).

 

Admirar y contemplar aquello propio de Dios: siempre humilde, existe sin hacerse sentir, presencia débil e insignificante, fermento de vida y semillas de nuevo vigor de esperanza, confianza, lucha, perseverancia, creatividad, solidaridad… para que teniendo la experiencia afectiva (conocimiento interno) le pueda amar y seguir… entonces es posible que Jesús nazca en mí.

 

Tomar conciencia que lo grande pasa por lo insignificante, por lo que no vale la pena, que no llama la atención es descubrir que Dios está pasando, naciendo, haciéndose niño, que pide pista para nacer en mí.

 

Jesús del pesebre… que no nos quedemos embobados contemplándote allí recién nacido, sino que tú nos despiertes a luchar por un mundo mejor, para transformar nuestras vidas en la casa, el colegio, la calle, el trabajo, porque esto no exige límite de edad, títulos o sexo alguno, sino que está al alcance de la mano y del entusiasmo que viva cada corazón.

 

El gran misterio de la venida de Dios no lo celebramos como un recuerdo o una fiesta de cumpleaños. Es una realidad actual. La Navidad es nacimiento, venida y aparición HOY de JESUS. El misterio se nos hace presente y se comunica en la Celebración Litúrgica. "Hoy nos ha nacido el Salvador". "Has iluminado esta noche santa". Así cantamos y decimos en la misa de la media Noche.

 

El Cristo que viene, es el mismo que vendrá al final de los tiempos: el Señor glorioso, resucitado. El único Cristo que existe: el que era, el que es, el que será.

 

El HOY de la Navidad se enlaza con el mañana de la venida final. La venida de Cristo en su Nacimiento y su manifestación en la Epifanía, anuncia ya la venida definitiva y la manifestación plena de la vida de Dios, lo que pasa es que él no vive pasando factura de cobro, ni haciendo exigencia alguna porque aprecia demasiado la libertad dada a todos los seres humanos, por eso, casi nos olvidamos de él.

 

La navidad es el tiempo en que experimentamos y sentimos la presencia salvadora de Dios. Él quiere que no vivamos sin sentido y sin razón. Navidad es la fiesta de la vida y de la gracia iniciada en el pesebre de Belén. Ella habla de manera distinta al corazón de los seres humanos: para muchos, alrededor del pesebre hay fiesta, calor de hogar... para otros hay derroche... para no pocos, vacío, hambre, frío, mientras a su lado otros están saciados… en medio de todas estas realidades… qué Jesús nazca en mí. 

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