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Pascua: maduración de la crisis (III)

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


 

La última palabra no la tiene la muerte, la violencia, la división, la polarización, por más que nos encontremos en una situación compleja y difícil. Muchas personas a través de sus palabras y sus hechos han querido ayudar, pero poseen agujeros y perforaciones, dolores y sufrimientos, resentimientos y actuaciones al venir heridos de la vida y rotos por situaciones históricas profundas, sumado a los intereses egoístas, expresados en adornados discursos y propuestas, a largo plazo terminan dejando una historia para todos llena de crueldad, división, desencanto, desconfianza.

 

Una mirada a la historia de los reyes de Israel y sus salidas idolátricas lo reflejan (1y 2 Rey. 1 y 2 Crónicas) estaban en nombre de Dios al frente del pueblo, pero se olvidaron de la responsabilidad y tarea encomendada, se dedicaron a apacentarse -cuidarse- a sí mismos y sus séquitos de aduladores, pagando favores pero olvidados del pueblo de Dios (Ez 34; Jer 23,1-6;ac 11,4-17) sabían que pasaban a la historia, pero no queda nada de su memoria, solo los huesos secos… y sin embargo Dios apuesta a cambiar esta realidad insuflando su espíritu que reanime al pueblo y devuelva la vida y la consolación, la esperanza y el horizonte (Ez 37,1-14; Is 40, 1-11).

 

En la historia de cada ser humano hay realidades profundas de dolor, que si no se trabajan adecuadamente terminan azuzando todo para paliar su dolor; quizá calman la sed de lo que padecen en la apariencia, en vanos ejercicio de poder y de autoridad, en complejos de fama y ser indispensables, en la malversación de esfuerzos, recursos, en la tergiversación y manipulación de “Dios” por un diosecillo de sus intereses, ideas y caprichos.

 

San Pablo en su relato de conversión (Hch 9; 22; 26) deja ver sus situaciones idolátricas de ideas religiosas desfiguradas de Dios y de su pueblo, y en un ejercicio  que hace de ser violento de tratar de encausar a su pueblo, llevado por una banalidad de ideas que poco tienen que ver con la tradición religiosa judía (que encierra en un todo lo político, económico, social, cultural, religioso) destacada por la hospitalidad y acogida, en el estatuto de huérfanos y viudas, sin olvidar la historia (Deut 6,4-25) pero por estos olvidos, porque tiene buena educación y ejemplo, pero su dureza y creerse dueño de la verdad, amo y señor de sí, cuando se da la oportunidad de mirarse a fondo descubre que todo aquello que creía importante – estudios, tradición, abolengo, raza…- simplemente es basura (Fil 3,7-20).

 

Los seres humanos se exponen a diversas situaciones y realidades de cualquier índole; pueden ser seducidos o atraídos por lo que sea, caer en entusiasmos de discursos, ideologías. Sumado a lo anterior, parece siempre que el tiempo no alcanza y la falta de análisis y libertad de corazón… lleva a la inmediatez y el resultado ya; sin prever las consecuencias de lo que ahora acontece y sin mirada hacia el futuro.  El ser humano al estar expuesto a un continuo bombardeo de mensajes, puede caer en la manipulación y engaño a través de ideas aparentemente buenas, de imágenes agradables, de razones aparentes, de toques sensibles de cierta paz y confianza. 

 

Un simple principio de discernimiento, para no caer en la trampa presenta que el mal se disfraza de ángel de Luz (2Cor 11,14) y desde siempre ha sido el padre de la mentira, que para lograr su cometido siempre ofrece son múltiples razones que van de acuerdo a la sensibilidad y afecto del ser humano, pero no deja ver el trasfondo y lo que pueden llegar a ser en el futuro por medio de las sutilezas y las falacias (EE 329). A muchos seres humanos les parece que quien habla más y bonito, que hace alarde de lenguaje, que aparenta fuerza y dominio, que tiene fama y por todos los medios mantiene su buen nombre, genera un entorno de murallas impenetrables e insobornables (el mal trae pensamientos buenos de acuerdo al gusto de la persona, durante un tiempo prudente -días, semanas, meses o años- para llevarla a los engaños encubiertos y perversas intenciones -EE 332-) no queda nada bueno y una sensación de perdida y desesperanza.

 

Nada de lo del mal persiste en el tiempo, aunque sí se ven los horrores de sus daños, porque es el enemigo de la natura humana, más poderoso que cualquier ser humano y estructura humana. El mal busca hacer fracasar la humanidad, porque sabe que a Dios le duele el sufrimiento de sus creaturas, pero que a él no le puede hacer nada, ejerce la venganza y la violencia con las creaturas predilectas, comenzando por los más débiles e indefensos.

 

Hay una falta de discernir en el aquí y el ahora, para mirar miedos, heridas del pasado, fracasos, errores y reconocerlos para ser asumidos personal o comunitariamente (lo que no es asumido no es redimido Ireneo de Lyón ). Hace falta esta pascua para pensar las cosas más de una vez, y que no terminen a largo plazo causando mucho daño. El mal intenta llevar hacia el pasado para exacerbar miedos y dolores y atrapar allí al ser humano; o bien conducirlo hacia el futuro encandilando con razones aparentes, o ideales fantasmas, porque bien sabe que en el aquí y el ahora no puede hacer pie, por eso manipula conciencias y engaña sutilmente. La respuesta es mirar cómo ha sido el discurso de las ideas y el flujo de los sentimientos (el mal ataca el corazón y la cabeza a veces al tiempo o por separado) como comenzó, cual fue su desarrollo y a donde ha llevado.

 

La confrontación en este caso particular lleva a ver si termina en algo distractivo o menos bueno de lo que se creía (en este sentido es la falsa seguridad del casi gano, que termina siendo… siempre pierdo) es decir, cuando la cura resulta peor que la enfermedad. La pérdida de fuerzas o enflaquecimiento de lo que se quería alcanzar, con el crecimiento de la inquietud y una incomodidad más que de costumbre, con una pérdida de paz, tranquilidad; esto jamás viene de Dios, sino que es el enemigo de la natura humana que trabaja por diferentes medios para no traer provecho alguno (EE 333) y dejar a la humanidad en situaciones cada vez más críticas o difíciles.

 

Todo este largo camino de pascua amerita mucho silencio, para decantar cosas. Así mismo, confrontar como creyentes a la Luz de la Palabra y entrar en el espacio sagrado -personal y comunitario- de descalzarse ante Dios por medio de la oración, para encontrar caminos. Que el Señor de la Vida Verdadera nos ayude con su Espíritu a construir caminos de encuentro y alternativa de vida para todos. La fuerza del Espíritu nos conduzca a tener corazones compasivos y misericordiosos, repletos de la dinámica del amor al estilo de Jesús y no de corazones momificados o de piedra que destruyen la unidad y la humanidad. Madura la crisis al lado de Jesús a su modo y su estilo… saliendo para ello del propio amor, querer e interés (EE 189), que por muy buenos que sean pueden causar daño a los otros.

 

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