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Saber algo de la fuerza del Señor

Luis Raúl Cruz, S.J.

Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios


El encuentro con el resucitado desconcierta los esquemas inseguros del discípulo-misionero, porque no entra ni en su manera de pensar, sentir o quizá presuponer. Lo que llamamos la manifestación del Señor en estas experiencias pascuales son semillas que estaban sembradas, pero que pacientemente rompen el interior y brotan; empieza a brotar manantiales donde el pozo estaba seco, permite florecer el desierto y lo estéril se ve fértil y cultivado…

 

Ignacio EL PEREGRINO en su propia vida e historia es consciente de su proceso de conversión. La toma de conciencia de su historia le hace muy cuidadoso y atento de las mutaciones que silenciosamente y en el tiempo se van produciendo en su interior. A la luz de la pascua, sea una ocasión propicia, para revisar las tomas de conciencia que la espiritualidad ignaciana ofrece por medio de la mirada a la oración y la vida por medio del Examen lo cual no es una pausa. El asunto no es de lenguaje, sino de actitud experiencial, profunda y sincera de encuentro con Dios como lo más íntimo a mí mismo. Una pregunta al respecto ¿cómo vivo el examen de conciencia cotidiano? ¿Cómo está mi examen de la oración? 

 

Este tiempo de pascua y con la Palabra de Dios que ilumina, sea una oportunidad para afinar la sensibilidad en captar las mociones sutiles del paso de Dios, reanimar el camino de vida espiritual, ser más conscientes de la practicidad de la espiritualidad ignaciana y la riqueza de sentir y gustar a Dios por el camino del discernimiento sencillo y cotidiano de los exámenes. 

 

Tú no eres un Dios muerto

ni ausente.

Eres el Dios de la vida,

¡el viviente!

 

 

1. Prosupuesto: “Había de resucitar”

 

Parece normal que muchos no entiendan, así mismo se dé por sabido un tema cuando en realidad se ha olvidado o no se acepta por los prejuicios. Mucho se juega en el corazón. En medio de lo normal, después del largo camino -se ha comido y bebido con el Señor- nos pasó lo mismo que a los discípulos que del todo no entendieron, ni creyeron. Cuesta entender hoy que el amor pueda ser lo definitivo. Según lo que vemos casi es más fácil admitir que no, porque el amor sigue siendo víctima fácil de los poderes oscuros.

 

El Dios que atraviesa

y llena mis vacíos

e ilumina los fondos oscuros

de mi soledad acompañada.

 

Frente a la oscuridad que hay en el propio corazón, que llega hasta límites insospechados, un grito desde lo más alto y desde lo más profundo del corazón humano, expresa en el aquí y ahora, qué es el amor, el amor quien vencerá, y que necesita de mí…

 

Ignacio plantea dos puntos que ayuden en la experiencia de la oración sobre la resurrección; por un lado, el oficio de consolar y por otro, los santísimos efectos. En esta ocasión, a través de los “santísimos efectos” brindar apoyo y ayuda en este proceder.

 

El Resucitado remueve piedras sepulcrales, despierta la memoria, envía, emancipa de toda dependencia, culpa y condicionamiento social; acompaña por el camino y espera a la orilla del lago; muestra sus heridas y se hace presente cuando las puertas están cerradas; enciende el corazón con su tono apasionado; parte el pan como siempre, abre la mente, hace caer los prejuicios, permite pensar cosas nuevas, encabeza la marcha, va adelante, fortalece la fe; interpreta toda la Escritura, consuela y alegra con su presencia; se va mostrando a cada uno según puede percibirlo, de acuerdo a su psicología y a su historia… E infinidad de efectos -verdaderos y santísimos-.

 

Eres el Dios

que conmueve mis entrañas,

que interrogas mis silencios,

que interpelas mis huidas,

que te aposentas dentro,

y en las profundidades ocultas

de mi ser más mío, mismidad plena

fluye cual manantial silente de agua viva,

esperando -con paciencia de sembrador- mi respuesta.

 

 

2. “Considerar cómo la Divinidad, que parecía esconderse en la pasión, aparece y se muestra ahora tan milagrosamente en la santísima resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella» (EE 223).

 

La sugerencia es la captación en la propia vida de lo anterior, para ello tener presente el criterio de la evidencia, porque el mismo hecho de que se muestra, refleja un proceso anterior y oculto que ahora se hace patente; lo oculto ahora se percibe; es la emergencia de la divinidad, es decir, el surgimiento en la propia vida de lo de Dios en mí, similar a la semilla que empieza su proceso de abrirse paso desde lo oculto en la semilla y en la tierra a los primeros brotes verdes que empiezan a surgir hacia las alturas…

 

Sea un “reflectir para sacar provecho”, -como dice Ignacio- para descubrir:

 

  • Lo que Dios fue regalando con su Gracia en estos días de Pascua
  • Sentir y gustar en qué venció el Señor en mi vida -festejarlo-…
  • Asombrarme de lo que “aprendí”. Dar gracias y enseñanzas de la propia experiencia.
  • y luego, ofrecer todo lo discernido, elegido, aprendido y enseñado para que el Señor lo transforme con su Gracia y nos regale ser hombres y mujeres contemplativos en la acción, para la Mayor Gloria de Dios…

 

Una profunda mirada y examinada de la vida espiritual de este tiempo, hace evidente el paso de Dios en el interior de la persona porque -“lucharon vida y muerte en singular batalla”- el Señor se hace sentir y no se deja ganar en generosidad: El Señor va despertando el adormilado corazón anestesiado por la auto-referencialidad o el influjo dominante del ambiente -consumista, redes sociales, el qué dirán, las falsas seguridades, el crecimiento de otras semillas cizañosas- porque no da por perdido nada, sino que acompaña en la situación de vida de la creatura para que en verdad pueda nacer de nuevo.

 

Aquello de sentir los verdaderos y santísimos efectos, podría ser. 

 

a. "No tengan miedo"

 

La certeza de los temores, dudas, fracasos, que acompañan a muchos discípulos-misioneros deja entrever como la iniciativa divina, al hacerse el encontradizo, sea a través de palabras de aliento y consuelo, gestos de confianza, que permiten dar un cambio y despertar a la "alegría". Hay mucho para lamentarse y sufrir; lo mismo que experimento mil modos de evasión en mí.

 

En lo más aparentemente espontáneo como es la efusividad de la alegría, no tiene para nada de ingenuidad, sino que causa profundidad y autenticidad. Junto a esta alegría, las palabras de "No tengan miedo" rompen con las ataduras y parálisis que impiden volcarse en actitudes de bien.  El Miedo al qué dirán, la burla, el rechazo, a quedar al margen… permiten que la fuerza de la palabra "No tengan miedo", haga que el interior se esponje, que un aire nuevo y fresco cambie el ambiente. Algo dentro del ser se conmueve y el corazón se expande ante la llamada.

 

b. “Empezar de nuevo”

 

“El está en ti, está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar” (Christus Vivit 2). Volver a empezar, pero no desde nosotros mismos, sino desde Jesús resucitado, como aquel hijo que “supo recapacitar para empezar de nuevo y decidió levantarse” (Lc 15, 17-20).

 

Nadie podrá quitar la dignidad que otorga el amor infinito e inalterable. Él permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca desilusiona y que siempre puede devolver la alegría” (CV 119).  “Aún si te equivocas siempre podrás levantar la cabeza y volver a empezar, porque nadie tiene derecho a robarte la esperanza” (Christus Vivit 142) comenzar no como si el mundo comenzara ahora, sino asumiendo la historia (Cfr. CV 179).

 

c. Más allá de los sentidos      

 

No, no he visto tu figura, ni he oído tus palabras, pero he sentido que pronunciabas mi nombre,

y algo saltaba en mi interior, y una alegría profunda recorría mis entrañas…

 

No basta con hacer un buen uso de los sentidos para tener experiencia de algo o de alguien. Muchos habían visto y oído directamente a Jesús y no vieron en él a nadie especial e, incluso, algunos vieron un hombre peligroso que con su modo de proceder trastocaba el orden establecido. Tenía razón Jesús, "no saben lo que hacen", y consiguieron sin pretenderlo, que Dios manifieste el culmen de su amor, hasta el final, un final que no podía sino acabar en vida.

 

A María no le bastaron sus ojos ni sus oídos, tuvo que escuchar el resonar de su corazón cuando aquel "hortelano" pronunció su nombre. Entonces fue todo su ser el que se conmovió y descubrió que Jesús estaba vivo. Es un aparecerse y mostrarse que indica una presencia y una acción más grande. Es la indicación de quien reconoce para decir “es el Señor” y poner en marcha a otros que empapados del mar están sedientos de algo más; así mismo, desconcertar el interrogante de quien quiere ver y tocar llagas como Tomás.

 

d. El bien abre camino en la vida

 

En el anuncio público de los primeros discípulos de la fe en el Cristo se encuentra, en medio de un credo, la expresión “pasó siempre haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal” (Hch 10,34-38). Es la presencia divina sin reclamo alguno, pero más allá de toda oposición la paciencia de meterse a fondo en la historia y ayudar a encausar el río de la vida.

 

Por la resurrección, sentir los efectos, de experimentar la reconstrucción de la vida, cuando el viviente sale al camino de los discípulos-misioneros, para ayudar a los amigos -quienes comieron y bebieron con Jesús- eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en la vida, y que los cansancios servirán de algo. Este punto de toque y encuentro ojalá despierte el deseo de abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede (Christus Vivit 127). “Cualquier otra solución será débil y pasajera. Quizás servirá para algo durante un tiempo, y de nuevo nos encontraremos desprotegidos, abandonados, a la intemperie. Con Él, en cambio, el corazón está arraigado en una seguridad básica, que permanece más allá de todo. San Pablo dice que él quiere estar unido a Cristo para «conocer el poder de su resurrección» (Flp 3,10). Es el poder que se manifestará una y otra vez también en tu existencia, porque Él vino para darte vida, «y vida en abundancia» (Jn 10,10) (CV 128)

 

e. Los efectos tienen su dinámica

  • De la desolación a la paz. Tristes, desolados, desconcertados, reunidos por miedo. Son los discípulos del condenado. Y la Resurrección, sin cambiar nada externo, les da el gozo y la paz. Una paz que no se basa en garantías del mundo (mucho les queda por padecer), sino esa paz que el mundo no puede dar.
  • De la incredulidad a la fe. Con la muerte de Jesús, su fe, más o menos débil, no se apagó, aparece el desconcierto, el desasosiego, la desesperanza…“Nosotros esperábamos…” Si era difícil con él, ¿Qué será sin él? Con Jesús vuelve la fe, “vieron y creyeron”. Su corazón arde al reconocerlo. Otros vieron y dudaron.
  • De la dispersión del grupo a la unidad de la comunidad. Los dispersos vuelven por la fuerza de la Resurrección y el grupo de amigos se convierte en comunidad de hermanos. Van a pescar juntos y se encuentran reunidos en torno a Jesús.
  • De la ausencia del Señor a experimentar su presencia. Aunque no le vean. Es su presencia misteriosa para siempre en la Iglesia. No hará falta ver a Jesús para saber que está con nosotros: “Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos” -Mt. 28, 20-
  • De la cobardía al testimonio. Después de la muerte de Jesús no tienen mensaje. Parece el hundimiento y el naufragio de todo. Las apariciones desatan el deseo de comunicar lo vivido, de ir a otros, de abrir nuevos caminos, con el testimonio de las propias vidas. Ser testigos del Señor Resucitado.
  • Del conocimiento según la carne a la vida según el Espíritu. “No está aquí” pero vive. La tumba está vacía, pero resucitó. El conocimiento que tuvieron de Jesús es completamente distinto del que pueden tener ahora, como la vida de Jesús es ahora una vida nueva según el Espíritu. Esta nueva vida de Cristo la viven ya los apóstoles por la fe en el Resucitado.
  • De la letra al conocimiento interno de las Escrituras. El Señor les abre el sentido de las   Escrituras. La explicación de las Escrituras hace arder su corazón. No es pura letra que ilustra, sino que adquiere todo un sentido interior.

 

¿Qué textos de las Apariciones del Señor, al contemplarlos, le ha permitido experimentar los efectos de la Resurrección en tu vida?

 

Te has sentado a mi mesa, para compartir conmigo 

y al partir el pan me alimentas para desandar el camino

siento que algo quema en mi interior. ¡El fuego del amor!

Unas palabras vivas lo iluminan todo. ¡soy tu testigo Señor!

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