· 

El Arte de Orar, amar y servir al estilo de Jesús - Entrega 13

La oración de María” y “La oración Comunitaria

Amigo, ¿Cómo estás? ¿Continúas con entusiasmo el aprendizaje de “El arte de orar, amar y servir al estilo de Jesús”? ¿Cansancio? ¿Rutina? ¿Deseos de tirar la toalla?

¿Pesimismo? ¿Alegría? ¿Esperanza?

 

No sé cómo es tu estado de ánimo. De todas maneras, has pedido una nueva

ENTREGA  para  seguir  tu  proceso.  Eso  indica  tu  deseo  de  continuar adelante.

¡Felicitaciones! ¡Siéntete acompañado por Jesús, por María y por todos aquellos que están caminando contigo!

 

Te has preguntado… y esto de “EL ARTE DE ORAR, AMAR Y SERVIR” ¿hacia dónde me lleva? Si no te has hecho la pregunta, hazla. Trata de responder en tu cuaderno, para que entables una conversación con tu Acompañante. Recuerda que es fundamental e indispensable, no solamente en el aprendizaje del saber orar, sino también en prepararte para realizar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, a los cuales te estoy invitando una vez que termines esta propuesta.

 

Hay un personaje en la Biblia, llamado por Dios, a dejar su confort y seguridades pasajeras, y enrumbarse hacia “nuevos cielos y nuevas tierras” superando momentos muy difíciles. Se trata de Abraham quien tuvo que dejar casa, familia y tierra. En medio de sus múltiples dificultades, tuvo fe; confió en el poder de Dios y siguió adelante “sin saber dónde iba” (Hebreos 11, 8). Se lo reconoce como el Padre de la Fe en las tres religiones históricas: el judaísmo, el cristianismo e islamismo.

 

¿No nos ha pasado algo parecido? Hemos sido llamados a ser imagen y semejanza de Dios, a amarnos como Jesús nos ama y nos perdemos buscando esa “Tierra Prometida” del verdadero y eterno amor. A veces lo sentimos y vemos claro el camino; otras veces aparece la oscuridad. Místicos como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Calcuta, San Ignacio de Loyola, lo han sufrido. ¿Por qué no nosotros?

 

1. El “Arte de orar, amar y servir” al estilo de María.

Después de haberte ejercitado en tu oración siguiendo al Maestro Jesús, te encontrarás con una persona extraordinaria en el ejercicio de la oración cristiana. Ella es una mujer hija de su tiempo, sencilla, campesina, llena de fe, María.

 

Observa cómo ella, en ambiente de oración, abre las puertas de su corazón para recibir un mensaje de parte de Dios; lo escucha, guarda silencio, hace las preguntas del caso y toma una decisión. Es un verdadero modelo de discernimiento y de toma de decisiones. Puede servirte de guía para que realices las tuyas.

 

Te invito que, en un ambiente de paz y sin prisa, leas ese pasaje que está descrito en el Evangelio de Lucas, capítulo 1, versículos 26-38.

 

Por lo general, cuando dos personas se van a encontrar, una de ellas tiene la iniciativa, se saludan, dialogan, hay ratos de silencio, de intimidad, se comunican algunas noticias, se desean mutuamente bienestar, participan de algún alimento y para finalizar, se inicia la despedida.

 

Observa cómo, en la oración de María, la iniciativa la tiene Dios quien envía al Ángel Gabriel donde una joven Virgen. El “Enviado”, al entrar en esa casa de Nazaret, lo primero que hace es saludar.

 

Esto tan casual, significa mucho para tu oración cotidiana. No creas que eres tú quien tiene la iniciativa, es el mismo Dios que quiere estar contigo. Él, en persona, te hará una visita y debes estar atento. Entrará en tu casa llamada corazón, tocará a la puerta. Si la abres, fijará su mirada en tu mirada e iniciará ese encuentro siempre nuevo de quien te ama con intensidad. No necesariamente te visita en el momento que haces más conscientemente tu oración, te habla en cualquier instante del día, no tiene un tiempo fijo para amarte, siempre te ha amado y el que ama se comunica, se manifiesta a cada instante, a cada segundo, con las cosas más sencillas que pueden sucederte en el día. En la oración hecha con fe, hay que saberlas interpretar.

 

Entonces, tú, en el momento de la oración, apresúrate a estar atento, porque tendrás una visita muy importante. No te preocupes por arreglarte externamente o por inventar cosas que impiden la comunicación. Pon más atención a lo que te dice el Señor: “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre, que ve o que haces en secreto, te dará tu premio” (Mateo 6, 5-6).

 

“El cuarto” al que se refiere Jesús, es nuestro corazón, así como es, con sus luces y oscuridades, trigo y cizañas, como pueden ser tantas tendencias que nos desordenan: las falsas seguridades, el orgullo, el deseo de manipular la gracia según nuestros gustos, imaginaciones, planeaciones y demás. “El cuarto” también puede significar la despensa de la casa, donde están todos los alimentos para las comidas del día o la bóveda del banco nacional en la cual están todos los lingotes de oro. El Señor nos invita a entrar allá, a lo más profundo de nuestro ser donde se encuentra el tesoro Trinitario, Dios como Padre Maternal, Dios como Hijo y Dios como Espíritu.

 

También puedes imaginarte que el Señor te va a hacer una visita, entonces, para iniciar el encuentro, recuerda aquello que escuchó Moisés: “Quítate las sandalias, porque la tierra que pisas es sagrada”. Dile con humildad al Señor que toca a tu puerta: “Ven Señor Jesús, entra en tu casa, mi corazón es tuyo, aquí estoy, sigue que estoy dispuesto a escucharte, quiero sentir y gustar tu presencia”.

 

El encuentro del ángel con María es una oración en forma de una visita muy comprometedora. También es una pauta para que aprendas a discernir la voluntad de Dios – Padre. Observa cómo se va desarrollando ese encuentro que puede ser un modelo para tu aprendizaje del “Arte de orar, amar y servir” al estilo de Jesús y María.

Luego de haber preparado tu corazón, lee muy despacio el Magníficat (Lucas 1, 46- 55). La primera vez, contempla a María, orándola, permanece así unos minutos… Y en la segunda lectura, aprópiate de la oración, aplicándotela a ti mismo como lo hizo María. Di con fervor al ritmo de tu respiración: “Mi alma alaba la grandeza del Señor” (inhala lentamente)…; “Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador” (exhala lentamente)…; “Porque Dios ha puesto sus ojos en mí” (inhala lentamente)…; “Porque ha hecho en mí, grandes cosas” (exhala lentamente)… Y así sucesivamente hasta terminar, pero si en alguna afirmación sientes especial gusto, quédate allí, no estás de afán. Esto no es una tarea, es un dejarse encontrar por el Señor.

 

Después de finalizar la oración, responde en tu cuaderno:

  • ¿Qué te llamó la atención del “Arte de Orar” al estilo de María?
  • Escribe tres cualidades del Dios a quien se dirige María en su oración.
  • Escribe tres maravillas que Dios ha hecho en ti.
  • Ahora haz una oración a Dios, al estilo de María, es decir, tú ocupas el sitio de María y comienza a alabar a Dios sintiendo al ritmo de tu respiración: “El Señor está haciendo en mí, maravillas”, “Ha puesto sus ojos en mi” y continúas.

2. “El arte de orar, amar y servir” en Comunidad

Después de la Encarnación, ya no podemos hacer separación entre Cristo-Iglesia, así como en una moneda no podemos separar la cara del sello. Estamos en un proceso evolutivo de amarnos, uniéndonos en la diversidad, con la ayuda de la fuerza del Espíritu Santo, siempre y cuando colaboremos con su presencia.

 

Para este ejercicio debemos tomar más conciencia de que no somos seres aislados; que nuestras relaciones con Dios, el revelado por Jesús, no es para nosotros solos. De ninguna manera. El Dios a quien nos dirigimos es un Dios Familia, un Dios comunitario, es decir, Trinitario. Somos seres esencialmente sociales, llamado a relacionarnos aún con la naturaleza, el cosmos, con la vida, con las personas y las cosas.

 

Como puedes darte cuenta, la oración cristiana es algo muy amplio porque abarca todas las dimensiones de la vida, relativamente fácil para el que desea, como tú, abriéndote a nuevos horizontes, dejándote llevar por la fuerza amor de Dios presente y actuante en Cristo, comunidad de amor.

 

Y ¿por qué tanta amplitud? ¿Por qué tanto significado? Sencillamente porque eres Iglesia, es decir, gracias al bautismo perteneces a la gran familia de Dios.

 

San Pablo utiliza este símil: “Es un hecho que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, pero los miembros, aun siendo muchos, forman entre todo un solo cuerpo. Pues también Cristo es así, porque también a nosotros, ya seamos judíos o griegos, esclavos o libres, nos bautizaron con el único Espíritu para formar un solo cuerpo… Ustedes son cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte es miembro” (1 Corintios 12, 12- 13.27).

 

¿Cómo realizar en la práctica el arte de orar en Cristo-Iglesia?

Pues muy sencillo, ora según lo que eres, un ser comunitario, una persona con muchos hermanos que creen en Jesucristo y necesitan de Él para prolongar su amor en el mundo.

 

Ahora te daré algunas indicaciones para que seas creativo en tu oración:

1. Cuando empieces tu oración, pídele a Dios que te haga más consciente de que no estás solo y aislado de la vida, sino que, estando Dios contigo, también está la Iglesia y la humanidad.

 

2. El Dios a quien tú te diriges tampoco es un Dios aislado y solitario, es una comunidad de amor unida en la diversidad. Entonces, dirígete a Él como al mejor Padre que te está criando; a Dios-Hijo, que te está amando y a Dios-Espíritu Santo, que te está guiando. Dile a tu hermano Jesucristo que te enseñe a ser verdadero Hijo de Dios y por tanto hermano de tantos hombres y mujeres que te rodean, especialmente los más necesitados y olvidados. Deja que el Espíritu Santo haga posible esta relación de amor.

 

3. Cuando estés purificando  tu corazón, para unirte al Señor, no te quedes exclusivamente en tus pecados. Hazte solidario con los pecados de todo el mundo y pide perdón y misericordia por aquellos que no tienen tiempo de colaborar con el verdadero amor. Puedes rezar con mayor fervor diciendo: “Señor, ten misericordia de nosotros porque hemos pecado contra ti”. “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”.

 

4. Tus peticiones ya no serán por tus necesidades personales, sino por las de todo el mundo. En la acción de gracias manifiestas las maravillas que el Señor ha realizado en toda la humanidad, en el mundo, en tu empresa, amigos, familia. Tu oración de alabanza es de la Iglesia, presente en tus labios, a un Dios Padre, que ha revelado todas estas cosas a la gente sencilla y humilde.

 

5. Si quieres, puedes orar en plural, al ritmo de tu respiración, aquella oración del siglo XII, muy conocida por todos:

“Alma de Cristo (inhalación)… Santifícanos (exhalación).

Cuerpo de Cristo (inhalación)… Sálvanos (exhalación).

Sangre del costado de Cristo (inhalación)… Embriáganos (exhalación).

Agua del costado de Cristo (inhalación)… Lávanos (exhalación).

Pasión de Cristo (inhalación)… Confórtanos (exhalación).

Oh mi buen Jesús (inhalación)… Óyenos (exhalación).

Dentro de tus llamas (inhalación)… Escóndenos (exhalación).

 

No permitas (inhalación)… Que me aparte de ti (exhalación).

Del enemigo malo (inhalación)… Defiéndenos (exhalación).

En la hora de la muerte (inhalación)… Llámanos (exhalación).

Mándanos ir a ti (inhalación)…Para que con tus santos te alabemos (exhalación)…

Por los siglos de los siglos (inhalación)… Amén (exhalación).

 

Ya puedes intuir que donde más se explicita la oración de Cristo-Iglesia-Comunidad es en la oración de las oraciones, “La Cena del Señor” y sus nombres equivalentes como son, “La Fracción del Pan” o “La Eucaristía”.

 

Dada su importancia y significado se explicará en la próxima ENTREGA.

 

 

P. Julio Jiménez, S.J.

Promotor de la Espiritualidad Ignaciana 

CIRE- Bucaramanga


Escribir comentario

Comentarios: 0