La reconciliación como fiesta y como un nuevo comienzo

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  • Libro de Josué 5, 9ª. 10-12
  • II Carta de san Pablo a los Corintios 5, 17-21
  • Lucas 15, 1-3. 11-32

El tiempo de Cuaresma es una preparación para la Pascua. Para ayudarnos en este proceso interior, la liturgia va proponiendo a nuestra consideración diversos textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que nos descubren el plan de salvación. En este IV domingo de Cuaresma, el evangelista Lucas nos narra la parábola del hijo pródigo, un bellísimo texto que pone de manifiesto el amor infinito de Dios y la misericordia con que acoge al pecador. Esta parábola nos invita a reflexionar sobre los caprichos de la libertad que nos lleva a emprender peligrosas aventuras, y la paciencia amorosa con que nuestro Padre nos espera para abrazarnos. 

La lectura cuidadosa de este relato nos permite identificar tres momentos: el 1° es la decisión de marcharse; el 2° es la pausa de reflexión, cuando reconoce la decisión equivocada y decide regresar y pedir perdón; el 3° es el reencuentro gozoso. Vayamos siguiendo el guion del texto.

 

El hijo toma la decisión de marcharse: “Padre, dame la parte de la herencia que me toca (…) Pocos días después, el hijo menor juntó todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde derrochó todos sus bienes, llevando una vida de libertinaje”.

 

Conocemos numerosas historias de jóvenes que dejan su hogar para explorar nuevos mundos, tener experiencias diferentes y realizar sus proyectos. Las motivaciones son muy distintas. En el contexto latinoamericano, la falta de oportunidades y la violencia son dos causas de migración forzosa. ¿Qué encuentran estos jóvenes? Unos cuantos logran oportunidades de trabajo; otros quedan atrapados por las pandillas, el narcotráfico y la prostitución.

 

El joven de la parábola no es un migrante forzado. Abandona la comodidad de la casa paterna en búsqueda de una mayor autonomía y de experiencias. Le apostó a la aventura y lo perdió todo. Se ilusionó con un falso horizonte de felicidad y fracasó estruendosamente. En medio de su drama, es un afortunado porque pudo regresar; muchos jóvenes no tienen posibilidad de regresar. Quedan atrapados por la fatalidad.

 

Pasemos al segundo momento del relato, que es la pausa de reflexión: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! Voy a volver a donde mi padre y le diré: Padre, pequé contra Dios y contra ti…” Este reconocimiento exige una gran dosis de valor y de humildad. En situaciones semejantes, el orgullo es el peor consejero pues nos impide tomar las decisiones pertinentes y superar la crisis en que nos encontramos. En el caso de las adicciones (droga, alcohol, juego, etc.) el paso más difícil de dar es reconocer el abismo en que se ha caído y pedir ayuda.

 

El personaje de la parábola tiene claridad sobre su situación. No la maquilla. No se auto-compadece. No culpabiliza a otros. Reconoce que se equivocó. Los colombianos estamos recorriendo, con una enorme dificultad, el camino de la reconciliación que exige verdad – justicia – reparación y compromiso de no repetición. ¡Cómo nos está costando! Le ponemos todo tipo de palos en la rueda a estos cuatro componentes. Por el contrario, el hijo pródigo avanzó en la dirección correcta sin titubear.

 

Llegamos ahora al clímax de la parábola, que es el reencuentro gozoso. El padre de familia, protagonista de este relato, es un hombre bondadoso que todos los días llora la partida de su hijo, ora por él y conserva la ilusión de su pronto regreso. En su corazón no hay espacio para el rencor; no tiene preparado un memorial de recriminaciones contra su hijo; sólo desea abrazarlo y besarlo.

 

Con este relato, Jesucristo, revelador del Padre, nos está comunicando una noticia que nos llena de confianza y de paz: Dios no es un ser vengativo; desea que todos sus hijos regresen a la casa paterna. Para eso el Hijo eterno de Dios asumió nuestra condición humana.

 

Esta parábola no solo nos revela el amor misericordioso de Dios, nuestro Padre, sino que nos enseña que la reconciliación es una experiencia luminosa y alegre. Los sentimientos de culpa no son cristianos, porque nos roban la alegría de la Pascua y nosimpiden avanzar por el camino de las bienaventuranzas

 

Las lecturas de este domingo nos ofrecen tres imágenes que nos iluminan el significado teológico de la reconciliación. Estas tres imágenes son: el banquete que organiza el padre del hijo pródigo; la nueva creación de la que nos habla san Pablo en su II Carta a los Corintios; y la fiesta de los israelitas cuando, después de muchas penalidades, entran en la Tierra prometida:

  • El padre organiza un banquete de bienvenida. No le echa en cara las lágrimas derramadas. Todo es amor y alegría: “Este hijo estaba muerto y resucitó, estaba perdido y lo encontramos”.
  • El apóstol Pablo nos comunica un poderoso mensaje de esperanza y nos invita a mirar hacia el futuro: “El que está unido a Cristo es como si hubiera sido creado de nuevo. Lo antiguo quedó superado; todo es ahora nuevo”. La auténtica reconciliación nos libera del peso agobiador del pasado y nos invita a empezar a escribir un nuevo capítulo
  • El libro de Josué narra la alegría que sintieron los israelitas cuando, finalmente, alcanzaron la tierra de la promesa, dela liberación.

En síntesis, las lecturas de este domingo nos invitan a avanzar por el camino de la reconciliación para prepararnos para la fiesta de la Pascua, que es la liberación definitiva del pecado y de la muerte.


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