Tres grandes males: la envidia, el enriquecimiento ilícito y el escándalo de los pastores

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

Libro de los Números 11, 25-29

Carta del apóstol Santiago 5, 1-6

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48

 

Las lecturas de este domingo proponen a nuestra consideración tres temas éticos que tienen un gran impacto en la vida personal y en la vida social:

  • El Libro de los Números se refiere a la envidia, que corroe el corazón humano y nos impide valorar objetivamente las cualidades y carismas de los demás.
  • En su Carta, el apóstol Santiago arremete contra aquellos que han acumulado riquezas por medios ilícitos.
  • El evangelista Marcos reproduce unas durísimas palabras de Jesús contra los que escandalizan y hacen daño a los niños.La crisis ética estaba frente a nosotros, pero éramos incapaces de verla porque nuestra preocupación era negociar con los grupos armados.

Dada la importancia y actualidad de los tres mensajes, los invito a explorar lo más esencial de estos textos que nos ayudan a comprender estas zonas oscuras del comportamiento humano, y que han estado presentes en todas las etapas de la historia de la humanidad, pues siempre han existido los envidiosos, los corruptos y los abusadores sexuales.

 

Empecemos nuestra meditación por el Libro de los Números. Allí se nos narra cómo llegó hasta Moisés la noticia de que dos miembros de la comunidad, llamados Eload y Medad, estaban profetizando y cómo algunos vecinos desaprobaban que hubieran asumido esta función que estaba reservada a un puñado de elegidos de Yahvé. Una persona muy allegada a Moisés se atreve a insinuarle lo que debía hacer: “Señor mío, prohíbeselo”.

 

Estamos ante una clara manifestación de la envidia, que podríamos describir como una profunda incomodidad que surge en nuestro interior porque otras personas hacen determinadas acciones o poseen bienes que, en nuestro concepto, no les corresponden. Estas comparaciones nos envenenan interiormente y son causa de comentarios agresivos y de acciones inconvenientes.

 

¿Cuál es el comentario que hace Moisés, un hombre de gran sabiduría? “Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del Señor”. No sólo no debemos sentirnos incómodos, sino que debemos alegrarnos de las cosas positivas que les suceden a los demás.

 

Vayamos ahora al texto del apóstol Santiago, que hace una dura denuncia de los dineros obtenidos por medios oscuros: “Lloren y laméntense, ustedes, los ricos por las desgracias que les esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos…”. Es claro que no se trata de una descalificación de la riqueza obtenida por medio del trabajo honrado y el ahorro. Estas palabras están dirigidas a quienes han obtenido sus riquezas por medios ilícitos, que las acumulan con avaricia y nunca están satisfechos con lo que tienen. Siempre desean más y más.

 

En los textos bíblicos abundan las denuncias sociales contra aquellos que se han aprovechado de los más débiles y se han enriquecido por este camino. En nuestros tiempos, la maldad humana se ha inventado mil maneras de acumular inmensas riquezas, causando dolor, destrucción y muerte: las drogas, el tráfico de armas, la corrupción en el uso de los dineros públicos y privados, la explotación sexual, etc. Esta denuncia del apóstol Santiago conserva toda su actualidad.

 

Tenemos que reconocer que la sociedad en que vivimos fácilmente se deja seducir por la riqueza de estos siniestros personajes, prontamente olvida su pasado y los acepta como ciudadanos honorables. La censura social, que fue una poderosa herramienta de disuasión moral, hoy no es operante.

 

El evangelista Marcos reproduce unas durísimas palabras de Jesús contra los que causan escándalo y hacen daño a los niños: “Y el que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos, y que los echen al mar”. Estas palabras resuenan hoy con particular fuerza, cuando han salido a la luz pública numerosos escándalos de abuso sexual contra menores, cometidos por sacerdotes y silenciados por algunos Obispos y superiores religiosos.

 

El escándalo es monumental. Y con razón. Ya el Papa Benedicto XVI había hecho frente a algunos de estos casos. Pero la avalancha se le vino encima al Papa Francisco quien, con profundo valor y honestidad, le ha puesto el pecho. Es inmenso el dolor de las víctimas, que no fueron escuchadas durante décadas. Es enorme el daño a la credibilidad de la Iglesia. Y son muchas las preguntas que surgen, que probablemente quedarán sin respuesta.

 

 

Esta ha sido la noticia dominante en los medios de comunicación. Y el análisis simplista de muchos comentaristas los lleva a concluir que la raíz de todos los males es el celibato eclesiástico, y que la solución estaría en suprimirlo.

 

Estos comentaristas están totalmente perdidos en sus análisis. Se están olvidando de los datos que muestran las estadísticas. La inmensa mayoría de los casos de abuso sexual de menores son llevados a cabo por personas cercanas al núcleo familiar. Por lo tanto, el abuso sexual de los menores no es consecuencia del celibato eclesiástico sino de una grave patología sexual que no está circunscrita a determinados colectivos sociales, por ejemplo, los célibes. Es una gravísima enfermedad que produce daños inconmensurables en las víctimas.

 

¿Cómo pudo suceder esta tragedia? ¿Qué pasó con los procesos de selección de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa? ¿Acaso estas personas no mostraron comportamientos extraños durante su proceso de formación? Antes de proceder a la Ordenación sacerdotal, los Superiores piden informes sobre los candidatos; los informes son solicitados a las personas más cercanas: los compañeros, los profesores, los formadores, los colaboradores en las obras apostólicas; en estos informes se pregunta sobre la idoneidad de los candidatos. ¿Qué pasó con estos informes? ¿Nadie vio comportamientos extraños?

 

Cuando empezaron a circular los primeros rumores sobre actuaciones indebidas de estos sacerdotes, ¿cómo se manejó esa información? Todo parece indicar que fueron descalificados los testimonios de los niños víctimas de los abusos, y los superiores se contentaron con trasladar a otra institución a los que habían sido denunciados. Así el mal se fue propagando de parroquia en parroquia, de colegio en colegio… Era la hipocresía de quienes querían evitar a cualquier precio el escándalo, se contentaron con tapar y nunca quisieron ir a la raíz de las acusaciones.

 

El Papa Francisco, absolutamente transparente en su estilo de gobierno de la Iglesia, está haciendo lo que debe hacer: Se ha reunido con las víctimas; ha pedido perdón en diversas ocasiones; ha tomado medidas disciplinarias muy fuertes contra los Cardenales, Obispos y sacerdotes comprometidos con estos actos; ha proclamado una política de tolerancia cero.

 

El tema más complejo es el de las víctimas: El daño ya está causado; su dolor e indignación los acompañarán hasta el final de sus días. Además de reconocer su dolor y pedirles perdón, ¿qué más se puede hacer? Obviamente, los abogados ven en estos escándalos magníficas oportunidades de negocio.

 

Esperamos que la Iglesia salga de esta dolorosa crisis purificada del pecado de sus pastores; esperamos, igualmente, que las medidas que se tomen impidan que en el futuro se repitan estas situaciones.

 

Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre tres delicados comportamientos anti-éticos que afectan profundamente a las personas y dañan el cuerpo social: la envidia, el enriquecimiento ilícito y el escándalo causado por el abuso sexual de los menores de edad.


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