La Prudencia, una virtud en peligro de extinción

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  • Libro de los Proverbios 9, 1-6
  • Carta de san Pablo a los Efesios 5, 15-20
  • Juan 6, 51-58

Hasta hace pocos años, la gente hablaba de cuatro Poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, y los medios de comunicación. Recientemente, han aparecido las redes sociales como un potentísimo canal de comunicación al alcance todos los ciudadanos, independientemente de su condición socio-económica y de su nivel cultural. Son, pues, el quinto Poder. Pueden ser usadas para promover causas nobles como son los movimientos en defensa de las libertades democráticas; también transmiten mentiras y calumnias que arruinan la reputación de las personas e instituciones, y desinforman a la opinión pública.

Como no es posible filtrar los contenidos de las redes sociales,éstas son absolutamente irresponsables,pues el origen de la información permanece en el anonimato. En la mayoría de los casos, quienes hacen parte de ellas aceptan como verdaderas estas afirmaciones y las replican.

 

Es lamentable que se hayan convertido en la herramienta predilecta de poderosos políticos para comunicar a la opinión pública mensajes y decisiones que afectan a millones de personas. Son tristemente famosos los twitters matutinos de Trump, que han generado caos en la política internacional.

 

Las redes sociales se han convertido en alcantarilla que recoge las aguas negras de palabras soeces y virulentos ataques. En 140 caracteres se condensa lo más bajo de la condición humana.

 

En medio de esta gritería de las redes sociales, parece muy pertinente el llamado a la Prudencia que nos hace la liturgia de este domingo. La Prudencia es una voz que clama en medio del tsunami desatado por las pos-verdades o mentiras que son replicadas de manera irresponsable. Hoy encontramos dos textos bíblicos muy pertinentes:

  • En el libro de los Proverbios leemos: “La sabiduría se ha edificado una casa, ha preparado un banquete, ha mezclado el vino y puesto la mesa. A los faltos de juicio les dice: Vengan a comer de mi pan y a beber del vino que he preparado. Dejen su ignorancia y vivirán; avancen por el camino de la prudencia”.
  • En la Carta a los Efesios, san Pablo exhorta a la comunidad: “Hermanos, tengan cuidado de portarse no como insensatos, sino como prudentes, aprovechando el momento presente, porque los tiempos son malos”.

Teniendo como telón de fondo estos dos textos, los invito a reflexionar sobre el significado de la virtud de la Prudencia. En el Diccionario de la Real Academia encontramos las siguientes acepciones de esta palabra: “1) Una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello. 2) Templanza, cautela, moderación. 3) Sensatez, buen juicio”.

 

La virtud de la Prudencia nos indica cómo y cuándo obrar y expresar nuestras ideas. Exige reflexionar antes de manifestarse. Las personas imprudentes son aquellas que reaccionan en caliente; primero opinan y actúan, y luego piensan. Como es evidente, cometen profundas equivocaciones y generan conflictos que hubieran podido evitarse.

 

La virtud de la Prudencia hace parte de los valores que debe cultivar una persona madura, y es particularmente necesaria para quienes toman decisiones políticas y organizacionales. Antes de lanzarnos a pronunciar un juicio o tomar una decisión, debemos preguntarnos: ¿la información que tengo es objetiva y ha sido verificada?, ¿estoy condicionado por prejuicios que me inclinan en determinada dirección?, ¿sería sabio escuchar la opinión de otros? Como salta a la vista, muchas de las afirmaciones que circulan por las redes sociales no se ajustan a estos criterios.

 

Los invito ahora a profundizar en el texto del Evangelio de san Juan. A lo largo de los últimos domingos, hemos meditado sobre pasajes del discurso eucarístico de Jesús. En el texto que acabamos de escuchar, los judíos se muestran escandalizados ante las palabras del Maestro: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”.

 

La respuesta de Jesús es contundente: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”.

 

¿Qué significa esta permanencia de Jesús en nosotros? Mediante la participación eucarística, el Señor irá transformando nuestra manera de ver, juzgar y actuar. Poco a poco iremos dejando a un lado las afirmaciones simplistas y apasionadas, cargadas de prejuicios, para leer la realidad en la perspectiva del Reino, es decir, con ojos llenos de amor, espíritu de servicio y misericordia. Estos valores evangélicos serán nuestra fuente de inspiración. La participación eucarística fortalecerá en nosotros la virtud de la Prudencia, que va más allá de la madurez emocional para enriquecerse con una profunda espiritualidad que permite que Cristo actúe en nosotros.


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