Liderazgos constructivos

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  • Libro de Jeremías 23, 1-6
  • Carta de san Pablo a los Efesios 2, 13-18
  • Marcos 6, 30-34

A pesar de las solemnes declaraciones sobre los Derechos Humanos y la firma de tratados internacionales, éstos siguen siendo violados en todos los continentes. Una de las manifestaciones más crueles es el drama de los migrantes y desplazados, quienes han debido abandonar sus hogares por causa de la guerra y de la pobreza. Y son rechazados a donde llegan. Más aún, su presencia ha exacerbado los sentimientos de xenofobia. Y la comunidad internacional no ha hecho lo suficiente para atender esta tragedia.

Esta toma de conciencia de lo que sucede en nuestro tiempo nos ayuda a comprender el duro reclamo del profeta Jeremías contra los líderes religiosos y sociales que no cumplen las obligaciones adquiridas con los ciudadanos. En su denuncia, el profeta utiliza un lenguaje muy generalizado en su época, y por eso nos habla de pastores y ovejas: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño, dice el Señor! Ustedes han rechazado y dispersado a mis ovejas y no las han cuidado”.

 

Se trata de un fuerte llamado de atención a todas aquellas personas que tienen responsabilidades de liderazgo, que no las toman en serio y son indiferentes a lo que sucede a su alrededor. Aprovechándose de las situaciones de pobreza e indefensión, explotan laboral y sexualmente a las mujeres y los niños. Literalmente, “dejan perecer a las ovejas del rebaño”. Estas palabras del profeta Jeremías son un llamado a la responsabilidad y a la solidaridad.

 

El Salmo 22 expresa poéticamente cómo el Señor está pendiente de cada uno de nosotros: “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas”.

 

Esta actitud de Dios para con su pueblo es expresada, en términos actuales, como la ética del cuidado. No podemos ser indiferentes ante el sufrimiento de los demás; no podemos desentendernos diciendo que eso es problema del gobierno…

 

Cuando leemos los Evangelios encontramos unas fuertes denuncias contra la indiferencia y vehementes llamados a la solidaridad. Baste recordar la parábola del buen samaritano, que fue el único que tuvo sensibilidad ante el drama del hermano herido; y resuenan en nuestros oídos las palabras de Jesús: “Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber…” Los lazos de hermandad entre todos los hombres nos piden hacernos cargo, en la medida de nuestras posibilidades, de los más débiles y vulnerables. Nos inspira la imagen del Buen Pastor que cuida de todas las ovejas, las protege y las cura.

 

La Carta de san Pablo a los Efesios nos propone otro rasgo que debe caracterizar un liderazgo que se inspira en la ética del cuidado: Se trata de promover la unidad entre los diversos colectivos sociales, particularmente aquellos que, por razones históricas, han estado enfrentados. San Pablo destaca este rasgo en el ministerio apostólico de Jesús: “Porque Él es nuestra paz; Él hizo de los judíos y de los no judíos un solo pueblo; Él destruyó, en su propio cuerpo, la barrera que los separaba: el odio”.

 

Es preocupante constatar cómo, durante los últimos años, se han reactivado los viejos nacionalismos que creíamos extinguidos y se levantan nuevos muros para impedir el acceso de los que son diferentes por su origen étnico o por su religión.

 

Los líderes religiosos y sociales tienen grandes responsabilidades porque con frecuencia son ellos quienes agitan las banderas de los sectarismos y alimentan sentimientos de venganza y exclusión. Por el contrario, debemos cultivar una ciudadanía global que nos permita convivir en paz, en medio de la diversidad y el pluralismo, en nuestra casa común. Cristo luchó contra los odios que separaban a los seres humanos; a través de un lenguaje incluyente y respetuoso, debemos ser constructores de puentes que acerquen a los individuos y los pueblos.

 

El evangelista Marcos nos relata una escena muy íntima en la que Jesús y sus discípulos buscan un poco de reposo dentro de una agitada vida apostólica: “Vengan conmigo aun lugar solitario para que descansen un poco. Porque eran tantos los que iban y venían que no les dejaban tiempo ni para comer”. La salud física y mental nos exigenun ritmo de vida en el que hay que sacar tiempo para alimentarse bien y descansar. Un estilo de vida frenético destruye la salud y perjudica la calidad de lo que hacemos.

 

Las lecturas de este domingo dan unos consejos sabios a los líderes religiosos y sociales. Nos motivan a no ser indiferentes ante las luchas y dificultades de la gente que nos rodea y a asumir una ética del cuidado, pues todos somos responsables de todos. Aparece aquí la figura del pastor que se preocupa por el bienestar de sus ovejas. En su vida apostólica, Jesús fue factor de unidad, buscando unir en un solo pueblo, a las comunidades diversas, superando así la barrera de los prejuicios. Los líderes religiosos y sociales no deben alimentar sentimientos que separen a las comunidades, sino que deben ser constructores de humanidad y comunión en un mundo dolorosamente fracturado.


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