Adviento y la esperanza de un país reconciliado

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  • Profeta Isaías 11,1-10
  • Carta de san Pablo a los Romanos 15, 4-9
  • Mateo 3, 1-12

El tiempo litúrgico del Adviento es una preparación para la venida del Señor. Este sentimiento queda plasmado en la petición que manifestamos al recitar el Salmo: “Ven, Señor, rey de paz y de justicia”. El clima litúrgico coincide con el clima político de los colombianos, que miramos con optimismo el futuro, después de firmar el Acuerdo que pone fin a más de cincuenta años de enfrentamientos. La tarea de construcción de la paz es inmensa y todos los ciudadanos, sin excepción, somos co-responsables.

Los textos bíblicos de este domingo ofrecen unas  enseñanzas muy importantes. Los invito a meditarlos con devoción, de manera que los interioricemos y nos apropiemos de ellos. En esta reflexión consideraremos tres puntos: la recia figura de Juan Bautista; los rasgos del Mesías; la nueva realidad de un orden social reconciliado.

 

El evangelista Mateo presenta a Juan Bautista, que tiene unos rasgos que hacen de él una figura muy especial, y quien sirve de transición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

 

  • Su estilo de vida austero atrajo la atención de sus contemporáneos. Se vestía con una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, todo ello elaborado de manera artesanal. Su régimen alimenticio era poco atractivo pues comía saltamontes y miel silvestre; en el lenguaje del ejército, hablaríamos de una ración de supervivencia.
  •  Su misión consistió en preparar el camino para la inminente llegada del Mesías. Ahora bien, la preparación que realizaba Juan Bautista no consistía en organizar los comités de bienvenida ni los desfiles ni las ofrendas florales. Se trataba de una preparación interior; los corazones debían transformarse a través de un proceso sincero de purificación. De ahí su llamado a la conversión, que conducía a un cambio de vida expresado a través de la inmersión  en las aguas del río Jordán.
  • Su predicación era políticamente  incorrecta, pues denunciaba abiertamente aquellos comportamientos que se apartaban de los mandamientos de Dios. La franqueza con que denunciaba la hipocresía de los líderes religiosos lo llevaría, más tarde, a un enfrentamiento con el rey Herodes que le costaría la vida.
  • A pesar del lugar tan destacado que ocupaba en la historia de salvación y de su cercanía con Jesús, al que lo ligaba un parentesco muy cercano, renunció a cualquier protagonismo. Por eso afirmaba en su predicación: “El que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias”.

 

Con varios siglos de anticipación, el profeta Isaías trazó los rasgos de ese Mesías cuya presencia proclamaba Juan Bautista:

  • “En aquel día brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz”. Estas palabras  anunciaban que se trataría de un descendiente del rey David como, en efecto, lo pone de manifiesto la genealogía de Jesús.
  • A renglón seguido, el profeta Isaías describe los dones y carismas del Mesías, los cuales se manifestarán plenamente  en el ministerio apostólico de Jesús: “Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios”. Quienes escuchaban las enseñanzas de Jesús quedaban maravillados de la sencillez y profundidad con que iba revelando los misterios del amor misericordioso del Padre.
  • Un rasgo dominante de ese Mesías, descendiente del rey David, es la justicia. Así lo describe con elocuencia Isaías: “Defenderá con justicia al desamparado, y con equidad dará sentencia al pobre”. En su vida apostólica, Jesús expresó, de múltiples maneras, su  opción preferencial por los excluidos. La promoción de la justicia es, pues, un elemento constitutivo en la acción evangelizadora de la Iglesia, como nos lo recuerda continuamente el Papa Francisco.

 

Dentro de esta mirada esperanzadora hacia el futuro, propia del tiempo de Adviento, se nos presenta el orden nuevo que inaugurará el Mesías. Se trata de un mundo reconciliado, en el que podrán convivir pacíficamente los antiguos adversarios. Para describir esta realidad nueva de un mundo reconciliado, Isaías utiliza unas hermosas imágenes tomadas de la naturaleza. Parece un colorido documental ofrecido por Animal Planet, el conocido canal de TV: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos y un muchachito los apacentará”. Lo interesante de esta escena es que no es simplemente la creación de un artista soñador.

 

Para nosotros los colombianos, este escenario de convivencia entre el lobo y el cordero, la pantera y el cabrito, el novillo y el león, es un desafío político y un imperativo ético. Después de la firma del Acuerdo que pone fin al conflicto, viene la inmensa tarea de la reconciliación del país. Tenemos que poner todos los medios  para que puedan vivir, en el mismo pueblo, víctimas y victimarios. Esto no se logrará de un día para otro. Es un proceso lento de sanación interior, con un acompañamiento muy cuidadoso para poder entablar unas conversaciones que parecían imposibles, que lleven a la verdad, justicia, reparación y no repetición. Por eso vemos con honda preocupación el asesinato de líderes populares pertenecientes al movimiento Marcha Patriótica. Estos asesinatos son un pésimo presagio de lo que puede ocurrir en el futuro.

 

Vivamos, pues el Adviento, como un tiempo de preparación  para recibir al Niño Dios, y reforcemos nuestro compromiso con la creación de una Colombia reconciliada y tolerante, en la que haya espacio para todos.


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