Un mensaje de misericordia para una sociedad que necesita reconciliarse

 Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  •  Éxodo 32, 7-11. 13-14
  • I Carta de san Pablo a Timoteo 1, 12-17
  • Lucas 15, 1-32

La liturgia de este domingo está centrada en la misericordia, y cada uno de los textos muestra alguna faceta particular de este tema, que constituye el eje teológico y pastoral del magisterio del Papa Francisco.

 

En la Bula de Convocación  del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que lleva por título Misericordiae Vultus (El rostro de la misericordia), exclama el Papa: “Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado”.

 

¿Cómo aparece el tema teológico de la misericordia en la primera lectura?

  • Mientras Moisés se encuentra dialogando con Dios en la cumbre del monte Sinaí, los israelitas hacen la estatua de un becerro y lo adoran: “Este es tu dios, Israel; es el que te sacó de Egipto”.
  • Es imposible comprender este comportamiento del pueblo, después de haber experimentado la presencia de Dios en los acontecimientos de la comunidad. A pesar de esta intervención tan cercana en su historia, le dan la espalda. ¿Estupidez, locura colectiva, superficialidad? No encontramos una explicación a semejante conducta. Por eso Dios decide castigarlos. Pero Moisés, líder espiritual de la comunidad y muy cercano a Yahvé, intercede por ellos. El texto nos dice: “El Señor renunció al castigo con el que había amenazado a su pueblo”.
  • En este pasaje del libro del Éxodo, la misericordia de Dios se manifiesta perdonando la idolatría de su pueblo. Todo el Antiguo Testamento es un testimonio de la paciencia infinita de Dios y de las continuas infidelidades de este pueblo de dura cerviz.

 

El Salmo 50 es una oración muy emotiva, en la que se expresan, con diversos acentos, dos sentimientos: el pecador arrepentido que confiesa sus pecados, y su confianza infinita en la misericordia de Dios: “Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados”. Repetimos este Salmo en las liturgias penitenciales para expresar la sinceridad de nuestro arrepentimiento.

 

¿Cómo aparece el tema teológico de la misericordia en el texto de la I Carta de san Pablo a Timoteo?

 

El apóstol dirige la mirada a su historia personal, y en ella descubre la acción de la misericordia de Dios, que ha producido en él un cambio radical: de blasfemo y perseguidor de la Iglesia, se ha convertido en apóstol de Jesucristo: “La gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, al darme la fe y el amor que proviene de Cristo Jesús”. El amor misericordioso de Jesucristo ha hecho de Pablo un hombre nuevo. Difícilmente, él mismo se reconoce. Se convierte en anunciador infatigable de la misericordia de Jesucristo. No hay pecado, por grande que sea, que no pueda ser perdonado. No hay hombre, por malo que sea, que arrepentido no sea acogido amorosamente en la casa de nuestro Padre común. Llama profundamente la atención el contraste entre la misericordia de Dios, que perdona y acoge, y los sentimientos de rabia y venganza que anidan en nuestro corazón.

 

¿Cómo aparece el tema teológico de la misericordia en el texto del evangelista Lucas, que acabamos de escuchar?

 

Se trata de las parábolas de la misericordia, unas hermosas enseñanzas de Jesús, que  son respuesta a las críticas  que le hacían por comer con los pecadores.

 

Jesús, pedagogo insuperable, toma dos imágenes de la vida diaria, para explicar en qué consiste la misericordia de Dios: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y se va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla?”. “¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla?”

 

En estas sencillas parábolas de la misericordia, hay varios mensajes que conviene explicitar.

 

  • En primer lugar, a Dios le importa la suerte del pecador. Nuestro comportamiento errático es una pérdida. Dios no se comporta como el capitalista frío al que no le importa la situación personal de sus obreros. ¡Que ellos se las arreglen!
  • En segundo lugar, los personajes de las dos historias no esperan pasivamente que, por simple casualidad, aparezcan la oveja y la moneda de plata que se han perdido. Son activos ante esta realidad. Dios también actúa, y lo hace a través de su gracia  que interpela  en lo profundo del corazón.
  • En tercer lugar, el hallazgo de la oveja y de la moneda son  motivo de alegría y se celebran con fiesta. No hay lugar para las recriminaciones. Estos sentimientos reflejan fielmente el sentido de la reconciliación cristiana que no es la presentación de un reo ante un tribunal implacable, sino el hijo que se hunde entre los brazos de su padre, que lo echaba de menos.

 

Este mensaje sobre la misericordia debe servir de telón de fondo en el debate actual sobre los caminos que deberemos transitar los colombianos para la construcción de la paz.

 

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Comentarios: 1
  • #1

    Claudia Rocio Duarte Duarte (viernes, 14 octubre 2016 15:31)

    Las lecturas plantean reflexiones bien puntuales acerca del actuar humano, se evidencia la fragilidad de la confianza en la obra de Dios es nuestras vidas; somos impacientes no esperamos que es el tiempo de Dios y no el nuestro, a veces en la angustia del dolor se nos olvida que Dios no nos abandona, que siempre esta con nosotros. En esta flaqueza de la voluntad es bien difícil comentar con algunas personas, cada uno da una perspectiva diferente y nos olvidamos del poder de la oración para fortalecer la confianza en el Señor que todo lo puede ; es importante confiar en la grandeza del poder de Dios, debemos tener la confianza que Job tuvo en su experiencia de vida.