Fiesta de la Santisima Trinidad

 

La Plenitud del Ser, de la Verdad y del Amor habita en nosotros

 

Autor: Jorge Humberto Peláez S.J.

 

Lecturas:

  • Libro de los Proverbios 8, 22-31
  • Carta de san Pablo a los Romanos 5, 1-15
  • Juan 16, 12-15

Hoy celebra la liturgia la fiesta de la Santísima Trinidad, misterio central de la Revelación. Esta iniciativa de Dios de dar a conocer su plan de salvación a través de los acontecimientos de un pueblo particular, el pueblo de Israel, se inicia con el llamado que Dios hace a Abrahán, a quien reconocemos como nuestro padre en la fe. Dios lo escoge a él y a sus descendientes como destinatarios de una promesa y establece una alianza o relación particularísima que se sintetiza en las expresiones: “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. En los libros del Antiguo Testamento se nos relata cómo fue manifestándose Dios a este pueblo de dura cerviz.

Con Abrahán se empieza a escribir un capítulo absolutamente original en la historia espiritual de la humanidad. Hasta ese momento, los pueblos reconocían la existencia de unos poderes superiores a los que adoraban, y cuya benevolencia querían asegurar mediante la celebración de ritos y sacrificios. En la mayoría de los casos, estas divinidades se asociaban con los fenómenos de la naturaleza. La alianza singularísima que Yahvé establece con Abrahán marca una ruptura, pues el Dios de la Alianza es único, trascendente, personal. No es una fuerza ciega o el azar, sino un Dios que crea por amor y hace al hombre a su imagen y semejanza.

 

Cuando llega la plenitud de los tiempos, el Hijo Eterno de Dios se hace hombre. Aparece, entonces, en una aldea perdida del oriente, Jesús, que será el revelador del Padre.A través de sus enseñanzas, y de su vida, pasión, muerte y resurrección, nos dirá que Dios, en su realidad más profunda e insondable, es Padre, Hijo y Espíritu Santo.  La fiesta de este domingo nos invita a hacer un alto en el camino para meditar sobre el significado de lo que nos ha revelado Jesús.

 

Este pedagogo insuperable nos explica mediante parábolas como la del hijo pródigo, la vid y los sarmientos, etc., que Dios es padre amoroso, nos comunica su vida divina, y quiere que seamos sus hijos y  coherederos con Cristo. En medio de su aparente sencillez, las parábolas de Jesús nos descubren un horizonte insospechado. Cada vez que las meditamos descubrimos vetas nuevas de espiritualidad.

 

Jesús es el revelador del Padre. Las palabras que Él nos comunica son las que el Padre le ha confiado. Nadie ha visto al Padre, pero quien ha visto y escuchado al Hijo, ha visto y escuchado al Padre.Y antes de regresar al Padre, Jesús resucitado anuncia a sus discípulos el gran regalo de la Pascua: el Espíritu Santo descenderá sobre la comunidad de los discípulos, y acompañará a su Iglesia hasta el fin de los tiempos

 

A través de sus dones, el Espíritu Santo nos confirma  en la fe, nos anima, nos consuela, nos orienta. Pentecostés es, pues, la plenitud de este proceso  de auto-manifestación de Dios a la humanidad. Allí se manifiesta en su esplendor ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu  Santo. Así culmina este largo camino que se inició con el llamado que Dios hizo a Abrahán.

 

Si nosotros ponemos en práctica las enseñanzas de Jesús, ese Dios que es Padre, Hijo y Espíritu  Santo habitará en nosotros. En lo más profundo de nuestro yo podremos hablarle, manifestarle nuestras tristezas y alegrías, pedirle su gracia. Así nuestra pobre y limitada existencia se convierte en morada de la divinidad. De ahí la profundidad del Salmo 8 que acabamos de recitar:

 

“Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, me pregunto: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano para  que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, y todo lo sometiste bajo sus pies”

 

La SantísimaTrinidad marca el ritmo de nuestra existencia como creyentes desde entramos a formar parte de la comunidad de fe y fuimos bautizados “en el nombre del  Padre,  del Hijo y del Espíritu Santo”. Cuando hacemos la señal de la cruz al comenzar el día y antes de dormir, estamos expresando nuestra fe en ese Dios trinitario. Y el camino que nos conduce al misterio más profundo de Dios es Jesucristo; mientras más lo conozcamos y lo amemos, más penetraremos en el misterio insondable de Dios.

 

Que esta fiesta de la Santísima Trinidad nos ayude a descubrir la riqueza de una espiritualidad trinitaria. Que  tengamos el recogimiento necesario para poder encontrarnos, en el silencio interior, con ese Dios trinitario que habita en lo más profundo de nuestro ser. La Plenitud de Ser, de la Verdad y del Amor ha querido habitar en nosotros, frágiles vasijas de barro.

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Comentarios: 3
  • #1

    Claudia R Duarte D (lunes, 23 mayo 2016 13:43)

    El Espíritu Santo nos fortalece y colma nuestra existencia de gloria para compartir el mensaje de amor y salvación que Jesús heredo con su muerte en la cruz; nosotros somos los llamados a dar testimonio de amor con cada uno de los hermanos con los cuales compartimos.

  • #2

    Pablo Henao (miércoles, 25 mayo 2016 12:30)

    Muchas gracias por explicarme y recordarme de manera sencilla, clara e inteligible, la ruta de la revelación de Dios hasta " la plenitud del proceso de auto-manifestación de Dios a la humanidad"; el significado y consecuencia de poner en práctica las enseñanzas de Jesús porque nos llevan a que "La divinidad habite en nosotros" integrándonos así, plena y efectivamente para que "La Plenitud del Ser, de la Verdad y del Amor habite en nosotros, frágiles vasijas de barro".

  • #3

    Julio Jiménez (martes, 31 mayo 2016 15:35)

    Estupendo los comentarios... estamos iniciando este blog... atención a los próximos.
    Bendiciones, Julio